Si alguna vez, ya sea en Gran Bretaña o en Hollywood deciden hacer una película sobre Marcus Willis y su actuación en Wimbledon 2016, el trailer debiera estar acompañado por la versión de Can’t Take My Eyes Off You de Andy Williams. Partió como un completo desconocido jugando la Pre-Qualy del torneo, para enfrentar a un tal Roger Federer en Centre Court. Todo gracias a una chica que lo convenció de no dejar el tenis.
Su único momento en el tenis había sido viral tras haber derrotado a Tennys Sandgren en un Challenger pesando 116 kilos en 2014, y celebrando en cancha comiéndose un Snickers con una Coca-Cola. A principios de 2016, Willis tenía pocas chances de seguir jugando. Era el 360 del mundo y no jugaba un partido desde septiembre. En enero probó suerte en un futuro en Túnez donde se retiró en Cuartos de Final antes de jugar con Pedro Sousa. Había ganado 365 dólares de premio. Tenía todo preparado para mudarse a Philadelphia para convertirse en profesor de tenis. Hasta que conoció a alguien.
En febrero conoció a su novia, Jennifer Bate, dentista y madre soltera de dos. “Estaba seguro de irme a Estados Unidos a ser entrenador y ya había llamado a alguien para ver una visa, pero conocí a alguien que básicamente me dijo que era un idiota y que debería seguir intentando y estoy muy agradecido de ello”, dijo Willis al New York Times. Jennifer le dijo eso el día en que se conocieron. Este encuentro, le cambió la vida. Ella le contó a su madre que acababa de conocer al amor de su vida, y él volvió al tenis, aunque fuese a nivel de clubes.
No competía, pero se ganaba la vida haciendo clases de tenis en el Warwick Boat Club a las afueras de Birmingham. Aún tenía ránking ATP, y en sus ratos libres jugaba touchtennis (sí, un circuito competitivo de mini tenis), cuando se abrieron las inscripciones para la Pre-Qualy de Wimbledon. El ganador conseguía un cupo para la Qualy… pero no aparecía en la Entry List. Era el alterno 2, y una lesión y que a alguien se le haya olvidado firmar la lista le permitió ingresar a literalmente, la Qualy de la Qualy. Y la pasó.
En la Qualy, en su primer partido enfrentaba al cuarto sembrado, el japonés Yuichi Sugita, 99 del mundo, y perdió el primer set por 6-1. Parecía que su historia se quedaría en el olvido y volvería a Birmingham a hacer clases. Pero su juego poco ortodoxo (zurdo, buena mano, mucho saque y red, revés con slice muy bajo) comenzó a rendir frutos y dio vuelta el partido: 1-6 6-4 y 6-1 fue el resultado final. A modo de broma, su buen amigo Daniel Evans comentó en Twitter: “El club debería subirte el sueldo”.
Willis se mediría en la segunda ronda con el ruso Andrey Rublev. ¿Era ese el fin del zurdo? – Pues no. El tenista cuyo apodo es “Cartman” (aludiendo al redondo protagonista de South Park), venció por 7-5 y 6-4 al actual top ten. Su rival por el paso al cuadro principal era nada menos que Daniil Medvedev, hoy número tres del mundo, en un partido a cinco sets. Willis perdió el primer set por 6-3, pero se recuperó para igualar el marcador por 7-5. Remontó un quiebre en contra en el tercero para llevárselo por 6-3 y selló su increíble paso a Wimbledon ganando el cuarto por 6-4. Había ganado seis partidos para acceder al cuadro principal del torneo de tenis más prestigioso del mundo. Y lo mejor aún estaba por llegar.
“Will Bomb’s on fire”
El cuadro le daba un pequeño premio. Enfrentaba en la primera ronda a un rival relativamente menor: El lituano Ricardas Berankis. Si miraba un puesto más arriba suyo en el cuadro, podía leer el nombre de Roger Federer. El día era el 27 de junio, el día inaugural de Wimbledon. Ni él se tenía fe: Debió cancelar clases agendadas para esa semana donde se convirtió en un personaje del tenis británico.
En el Court 17, totalmente repleto para ver a este chico de 25 años que bordeaba los 100 kilos de peso y que a punta de slices había ganado seis partidos para jugar su primer partido a nivel ATP. Un jugador que apenas había ganado dos puntos y 300 dólares en el año se jugaba la posibilidad de llevarse 66 mil libras, 45 unidades y la posibilidad de enfrentar a la leyenda máxima del tenis mundial. Y su novia no iba a estar ahí para verlo.
Su trabajo como dentista impedía que Jenny, la chica que lo convenció en su primera cita de seguir jugando, lo acompañara en el partido más importante de su vida hasta ese momento. Pero por una de esas casualidades que ocurren, una máquina se averió y no pudo cumplir con su labor en su oficina y estaba ahí en la primera fila del Court 17, a un costado de un grupo de amigos que vestían de blanco y con un cintillo, al igual que Willis, que cantaban canciones de fútbol que estaban de moda en la Eurocopa de ese año para apoyarlo.
Sus slices, drop shots, subidas a la red dejaron vuelto loco al pobre Berankis, que miraba con asombro y desilusión cómo el 772 del mundo le daba una paliza. Salvó 19 de 20 break points para sellar un increíble triunfo por 6-3 6-3 y 6-4. El pequeño Court 17 estallaba en júbilo para ver cómo una de las historias más memorables del torneo apenas tomaba vuelo. Marcus Willis corría a besar a su novia y a abrazar a su banda de amigotes que cantaban “Will Bomb’s on fire” a cada rato. Horas después, Federer despachó a Guido Pella para citarse con el zurdo de Slough. “Es un poquito mejor que yo”, diría el británico luego de su victoria.
Ya post partido, Willis no lo podía creer. En la rueda de prensa comentaba que “esto me asusta un poco. Creo que a todos se les está pasando la mano. Acaba de llegar Goran Ivanisevic y me saludó, y él es mi héroe”. Su duelo con Federer sería en el patio de juegos del suizo, Centre Court. “Me tocará jugar en una cancha grande. Esto es con lo que he soñado desde niño”, admitía.
El mismo Roger estaba muy entusiasmado de tener la chance de jugar con Willis: “Estaba muy intrigado con su historia. Es exactamente lo que nuestro deporte necesita, a alguien que venga de la nada. Es un gran momento para él y para mí también, y tengo muchas ganas de que llegue el partido. Su historia es increíble”.
El final perfecto
Miércoles 29 de junio. Centre Court. Estadio prácticamente lleno. Estaba la BBC con todo su equipo para transmitir a todo el país a Roger Federer y Marcus Willis. La transmisión oficial de la TV británica comienza con John McEnroe hablando de que era una historia digna de Hollywood. “Un hombre que no tiene nada, contra el jugador que lo ha ganado todo”, agregaba. “Para ser realistas, gana ocho games y la polera de Roger”, añadía Tim Henman. Todos los ojos del mundo estarían posados en él y su cuento de hadas.
Willis entró primero a la cancha, seguido por el suizo. Sus primeros pasos en el pasto sagrado los siguió con un saludo al público que fue correspondido. Los comentaristas de BBC no podían parar de reír… pero no se reían de él, sino que se reían con él. Estaba en Centre Court, con Roger Federer, un escenario totalmente impensado hace cuatro meses. Había que reír y pasarlo bien dentro de la cancha. Hasta Carlos Ramos, el juez de silla del partido, rió cuando efectuó el sorteo, porque Willis estaba muerto de la risa. La foto previa al encuentro era un momento surreal. En la televisión hablaban de que tenía un partido en el club al día siguiente. “Después de que le gane a Federer, ¿querrá jugarlo?” fue la hilarante respuesta de Johnny Mac.
Entre los asientos más caros estaba su novia y su familia, los que no dejaron nunca de apoyarlo. Mientras sacaba en el calentamiento, Marcus se reía y saludaba a la gente, siendo ovacionado por el estadio. Pero ya llegaba el momento del partido. En frente estaba quizás el mejor jugador de todos los tiempos. El público estaba de pie y ni siquiera Federer se había levantado de la silla para comenzar el encuentro con su saque.
Primer game, 30-0 y Federer mandó una pelota a la red. El estadio aplaudía, y su novia Jenny era captada en las cámaras riendo al igual que Marcus. Roger no tuvo inconvenientes para llevarse el juego. Willis salvaba tres break points en su primer turno de servicio, pero era quebrado de todos modos. 2-0 y 30-0 arriba, el suizo se vio forzado a jugar una pelota pasando su raqueta detrás de la espalda. Erró y el público entre que aplaudía y reía. Roger ni siquiera esbozó una sonrisa. Estaba jugando en serio.
Pero al punto siguiente, Centre Court estalló. Tras jugar un drop shot, Willis intentó pasar a Federer con un globo, que pudo contestar con un smash de revés. El británico llegó a esa pelota apenas, y se cayó al deslizar. Como ese tiro fue corto y accesible, tuvo tiempo para pararse y llegar a la respuesta del helvético, para pasarlo con un lob perfecto. Todo Wimbledon estaba de pie aplaudiéndolo. Acababa de ganar el mejor punto de todo el campeonato.
Pero Rogelio seguía jugando con la actitud de cada partido y arrasaba para ganar el primer set por 6-0. Los nervios traicionaron al británico que cometió varios errores no forzados con su saque habiendo estado 30-0 en sus siguientes turnos al saque. Aún así el público no dejaba de animarlo, y una gran ovación se sintió en el segundo juego del parcial siguiente cuando metió un ace con ayuda de un Challenge. Al punto siguiente le pegó a un juez de silla con un servicio directo a la rodilla. Hasta Federer se rió. Y la locura fue total cuando ganó su primer game. Lo celebró como si hubiera ganado el partido y así lo sintió Centre Court que se puso de pie para aplaudirlo. Pese a que fue quebrado después y perdería el segundo set por 6-3, la sonrisa no la cambiaba. Disfrutaba cada momento en la cancha.
Cuando Willis ganó el primer game del tercer capítulo sus amigos se pusieron de pie para hacerse notar. Estaban rodeados por 15 asiáticos que turisteaban en Centre Court y no entendían absolutamente nada de lo que pasaba. El zurdo jugaba mucho mejor en el tercer set y hacía gala de su buen toque para convertir a este episodio en uno más competitivo y serio. Hasta que Roger puso el pie sobre el acelerador. Quebró en el noveno juego y acabó con la fantasía de Marcus Willis en la segunda ronda. La clase de Federer se hizo notar: Permitió que su rival se despidiera bajo una ovación de pie de todo el estadio que perduró hasta que ambos abandonaron la cancha. No pudo haber un mejor final a una historia increíble.
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